21 diciembre 2008

¡Feliz Navidad! (todo el año)

Para algunos, la Navidad es un periodo especialmente triste del año. Dicen que los que han perdido familiares, amigos u otros seres queridos en estas fechas o recientemente se encuentran a veces en estas fechas más solos y se les hace cuesta arriba enfrentarse a esta época. No lo entiendo.

Es cierto que el fin del año, como los domingos por la tarde, son momentos "raros". Tengo la teoría de que el domingo por la tarde tiene que ser un poquito cuesta abajo para que el resto de la semana pueda ser un poquito cuesta arriba, si no, nos volveríamos locos. La otra opción sería una semana completamente plana; eso sí que sería horroroso.

También es cierto que ambos son momentos de hacer reflexión: solemos hacer un cierre contable, balance temporal de lo hecho y de lo acontencido y en ese ejercicio muchas veces dejamos que nos pese más el vaso medio vacío. Mal hecho. Todos tenemos mucho vaso lleno y mejor aún, mucho vaso por llenar...

La Navidad tiene algo especial. Es la fecha en que nació Jesús, el recordatorio permanente de la esperanza. No debemos permitir que ni ese ejercicio de balance ni nada nuble esta maravillosa época del año. Si hemos de hacer balance que sea para ver en qué podemos mejorar y dar gracias por la suerte que tenemos de estar rodeados de cariño.

Algunos tenemos la suerte de tener tanto cariño todo el año que ni los domingos por la tarde pueden con nosotros. Yo este año os he puesto a prueba y ahora puedo decíroslo: habéis aprobado con nota. Ponedlo en vuestro balance en el lado positivo. Me habéis hecho una Navidad de 365 días porque tengo cariño y compañía de familia y amigos permanente y con servicio de guardia.

Gracias a todos por recordarme que en Navidad (todo el año) aún os quiero más. ¡Feliz Navidad!

J

Madrid

Los millones de almas de la urbe se mezclaban en una armonía de deseos, sueños, angustias y pasiones que la urraca ignoraba perfectamente. Su vuelo sobre el lecho del río era un recordatorio implacable del triunfo de la naturaleza cotidiana sobre la afanada voluntad del hombre de domesticar aquella tierra, préstamo de los osos, lobos, ardillas y jabalíes con sus rascacielos, túneles y semáforos.

Un anciano cruzaba el puente indiferente al ruido de los coches que apresurados llevaban personas de a dos y tres al encuentro de sus familias. Era Navidad.

Él, extranjero una vez más en su tierra cruzó el parque plagado de cedros camino de los chopos blancos de la calle bajo el vial flotante. Se daba cuenta ahora más que nunca de lo que aquella ciudad hacía con las personas. Esas miradas perdidas en los autobuses, la eterna prisa, la incomunicación (que paradoja) como forma de vida. Ya en el restaurante leyó impresa sobre la pared la letra de una canción de José Alfredo: "acaba de una vez de un solo golpe ¿porqué quieres matarme poco a poco? Si va a llegar el día que me abandones prefiero, corazón que sea esta noche. Diciembre me gustó pa'que te vayas que sea tu cruel adiós mi Navidad que quiero comenzar el año nuevo con ese mismo amor que me hace tanto mal." Y se acordó, como no... de ella.

18 diciembre 2008

¿mata la creatividad nuestro sistema educativo? Ken Robinson

Os adjunto un extremadamente provocativo, divertido y educativo vídeo de una conferencia de Sir Ken Robinson sobre la creatividad y la educación. Aunque tiene algo de tiempo, yo lo he descubierto ahora gracias a un grupo de ICADE en LinkedIn y me parece absolutamente imperdible, y a pesar de que son 20 minutos, son tan amenos e interesante que definitivamente vale la pena que les dediquéis un ratito.


08 diciembre 2008

continuará

En algunas ocasiones los pájaros le molestaban pero la mayor parte de las mañanas le resultaba un placer despertarse con sus alborotados trinos. Luego a la hora del desayuno, en la terraza siempre que el tiempo lo permitía, algún aventurado gorrión se acercaba a la caza de alguna miga de pan que ella les tiraba. Sin embargo, los que le producían verdadera fascinación eran los colibríes que como en un ritual matutino que se prolongaba durante toda la mitad cálida del año subían puntualmente a la terraza a libar el néctar de las flores, especialmente de las grandes flores de las enredaderas y los hibiscos. Un poco más tarde aparecía él en la terraza, dormido, torpe y hosco hasta que se tomaba el segundo café. Ya no eran la pareja de adolescentes alocados que fueran hace años, cuando se descubrieron el uno al otro, pero la madurez les había traido un cariño sereno aderezado de los arrebatos de pasión y la ocasional bronca. En ambos casos ella acababa sucumbiendo a sus encantos, y cediendo a su voluntad con mayor predisposición en unos casos que en otros. Esa mañana él estaba especialmente torpe y atractivo hasta que al abrir el periódico casi se atraganta con la tostada y el café.