Por una vez en mi vida he sido un número y lo he llevado con alegría. No he estado en la cárcel, no he hecho la mili así que no tengo demasiada experiencia. Pero me ha gustado.
15260.
Todo fue como nos lo habían contado. Nos recoge el autobús a las 5:45 en el hotel, en Central Park, muy cerca de la meta. Un largo viaje hasta Verrazano de madrugada viendo como se iba alejando Manhattan. Chistes nerviosos en el bus. "¿Por qué se va tan lejos?, Será una broma ¿no?". Llegamos a Verrazano Narrows. Bajamos del bus. Llovizna suave, luego se pasaría. Control de accesos, todo bien.
Los barracones militares llenos de gente, expectantes, nerviosos, tranquilos, dormidos, despiertos... mucho café, algunos disfraces. Ropa desechable, plásticos y cartones para dormir. Alguna colchoneta hinchable. El tiempo pasa despacio, más de dos horas. Estirando, trotando, haciendo cola para el café o el baño.
Nos hemos despistado, que raro. Es tarde. A correr hacia los corrales, pero ¿por dónde es? Un último pis antes de largar. La entrada en los corrales un caos, como un campo de concentración, se pierde la referencia de casi todo el mundo, menos
Antonio allí a mi lado. Están cerrando las letras G y H. Nosotros vamos a la F. Entramos por los pelos, la cola se pone en marcha. Vamos hacia la salida, estamos en la primera oleada así que nos pilla en la salida el breve acto inaugural.
Ya estamos todos. Una negra gorda (no la veíamos pero la oíamos y por supuesto, era una negra gorda) canta el himno americano, silencio entre la masa, muchos mirando hacia la bandera que se alza por detrás de los autobuses que delimitan, muro de cristal y acero, los carriles de la salida. El alcalde Bloomberg lanza un breve, brevísimo discurso: "Va hacer buen tiempo, máxima de 13 grados, bueno para correr. Disfrutad la Gran Manzana. Toda la ciudad os espera. Que tengáis una buena carrera". Si nuestros políticos pudieran hablar tan poco tiempo... ¡¡BOOOOM!!
Un gran cañonazo, casi tiemblan los autobuses. Empieza a correr el cronómetro. Inmediatamente, por la megafonía suena el "New York, New York" de Frank Sinatra, a todo volumen pero nítido. Dios que subidón. Lo escribo, lo cuento y todavía se me ponen los pelos de punta.
La fila empieza a moverse, nos toca. Un abrazo con
Antonio y ¡Corremos! Me acuerdo de Mamen, de Papá, de Victoria, mi madre y mis hermanas, Antonio, Dani, Carlos, Javi Almarcha y Roberto y Johnny del Heracles... las primeras carreras por la mota de noche con Vicente, José y Carlos. Los consejos de Juanjo y Javi. Los entrenamientos en el gimnasio y las agujetas infernales. Las primeras tiradas largas, las más calurosas en agosto, las últimas y más largas, todas con Victoria siempre al lado o esperando. Ya estoy a mitad de subir el puente, busco a Antonio, se queda atrás y se despide con la mano. Ahora es cada uno a su carrera. Intento escuchar el iPod para tener la referencia de ritmo y no correr demasiado pero al haber elegido el programa "maratón" me da la referencia en minutos por milla. Dios que lío. Hago cálculos mentales. No oigo la música, hay mucho ruido. Lo dejo funcionando pero me quito los auriculares. Escucho mi cuerpo y a la gente. Trato de mantener el ritmo en las primeras millas, luego ya es más fácil.
Como no se puede resumir la emoción de 2.000.000 de almas animándote y de 45.000 corredores dándolo todo, os dejo algunos flashes: los niños y mayores sonrientes en los puestos de avituallamiento. Los corredores en silla de rueda. Las bandas de música por todo el recorrido, rock, blues, rap, percusión oriental, africana y brasileña, bandas tradicionales de viento y percusión. ¡Foto!: a Sonreir y levantar los brazos. El color de cada barrio de Nueva York. Gente en sus porches. Policías, bomberos, ambulancias. Gente que baja plátanos o cuartos de naranja de su casa. Manos chocándote tu mano, decenas, cientos, miles. Carteles y carteles y carteles animando a todos o a corredores específicos: Run, Joey, Susan, Antonio, Go for It, Ana... Todo Nueva York grita tu nombre. Han aprendido a decir Prandez y Murcia en los cinco condados de la ciudad... Las millas pasan. Estoy concentrado. ¿Aguantarán las piernas? ¿He entrenado lo suficiente?. Paro en cada avituallamiento, bebo tranquilo mientras ando y sigo corriendo. Voy bien. Las cuestas aflojo. Paro en el baño, un pis. Sigo bien. Empiezo a comer los frutos secos que me ha comprado Victoria. Justo antes del avituallamiento menos una vez que se me atraganta una almendra y estoy varios minutos tosiendo, hay que seguir haciéndolo justo antes de beber. Disciplina.
Entramos en Manhattan por el puente de Queensborough. Al empezar a subir el puente algunos paran a estirar los gemelos y se empiezan a ver los primeros problemas: vómitos, lesiones, cojeras. Y sobre todo silencio. Mucho silencio. Nadie habla ya y no hay público.
Al bajar, unos carteles de ING. El primero: "If you can make it here...". El segundo "You'll make it anywhere...". Frank Sinatra se ha apoderado de esta ciudad y de su maratón.
¡Manhattan! Primera avenida infinita. Tengo hambre justo en la milla 17. Me atrevo con medio gel que da la organización además de seguir con mis frutos secos y orejones. No me sienta mal. Algo de cansancio pero sigo a ritmo. Dirección Norte. Salimos hacia el Bronx. Aquí las millas se alargan un poco. La gente sigue animándonos salvo en los solitarios puentes. Llevo delante un corredor que lleva un pequeño cartel en la espalda: "Nobody quits today" (nadie abandona hoy). Eso está claro, no hay más que ver
las estadísticas. El 99% de los que tomamos la salidad terminamos.
Quinto y último puente. Vuelta a Manhattan. Las millas vuelan por la Quinta Avenida. Veo a la excursión de acompañantes de
Caravaca es la Meta. Saludo, me animan. ¿Cómo le irá a Victoria de voluntaria? ¿Qué será de Antonio? En las paradas ahora descanso un poco más. En la milla 20 me ha dado un sustito un gemelo pero se ha pasado de inmediato. Sigo bien. Veo un cartel que ya había visto antes: "hit the wall, find the door". A eso hemos venido, a enfrentarnos al final. Lo de antes ya sabíamos que podíamos.
El Parque. ¿Milla 21 ó 22 toca? No lo puedo creer, es la 23. Vuelo. Me siento cansado pero bien. Tranquilo que es cuesta arriba. No hay prisa. Entramos al parque. Connie, entre el público, saluda. Última milla. Vuelvo a ver a los chicos y chicas de
Caravaca en la puerta del Hotel. Lo voy a hacer. Un esfuerzo, aprieto el ritmo. Una banda de rock justo en la meta, me retuerzo al ritmo, bailo. Hay que terminar, 20 metros. Las manos arriba y la sonrisa para la foto. Lo hago, lo he hecho. Mamá, ahora seguro que entiendes lo que esto me ha dado, lo que supone.
Atrás queda todo el camino, los entrenamientos, las dudas, los nervios, la ilusión, los madrugones, el calor, las ampollas, las lesiones. La flaqueza superada por la inspiración de mi padre, el recuerdo de Mamen. Me dan una medalla. sonrío. Frío. Manta de aluminio, parecemos una gran cola de refugiados. Andamos. Se hace más largo que el maratón.
Por fin llego a mi camión. Recojo mi bolsa. Me visto. Salgo. Empiezo a caminar hacia el hotel. hay que desandar medio parque pero voy sonriente con mi medalla. Mi primo Antonio se va a morir de envidia, je, je.
Veo cómo dos policías le dicen a alguien que no puede seguir recto, hago el ademán de desviarme. "¡No! Usted es un Corredor. Estamos despejando esto para Vd." Sonrío. Nueva York consigue hacerme sentir una estrella por un instante.
Sigo andando. Oigo mi nombre. ¡Es Victoria! Vestida de voluntaria. ¡Que maravilla! Sorprendida de verme entero, yo más. Quiero contárselo todo. Vamos hacia el hotel, merecida recuperación. Sigo flotando con mi medalla al cuello.
Habitación del hotel: Teléfono. Papá, Mamá: estoy bien. Más llamadas. Javi y Dani han hecho una gran carrera, como era de esperar. Dani se salía, creo que había que ponerle pesas en los bolsillos. La rodilla nada. Javi algunas molestias pero superadas. Varios mensajes de amigos. Luego llega
Antonio, 7 horas, heroico. está pletórico. casi 300 fotos, que tío. Todos los de
Caravaca hemos terminado, increíble.
Gracias porque sin todos vosotros no lo habría hecho. Gracias.
El próximo juntos ¿no?