Tener un amigo en el cielo es mejor que tener un amigo en el ministerio. Eso me decía ayer uno de los amigos de mi padre. Cuanta razón tenía.
Y tenemos mucha suerte porque mi padre es un ángel de la guarda, y tengo pruebas irrefutables (de las que le gustaban a él) que lo demuestran.
Todos vosotros sois la prueba de que tenemos un ángel de la guarda ya que las lágrimas de los amigos son el mejor aval para franquear la entrada de la puerta de San Pedro.
Sabemos también que es un ángel de la guarda porque como tal, decidió no sufrir. No sé si lo sabéis pero los ángeles de la guarda sólo sienten dolor cuando no saben que lo son. Yo creo que papá se quejaba alguna vez para despistarnos un poco y para dejarse mimar, por supuesto.
Tengo que confesaros que he aprendido muchas cosas sobre mi padre los últimos meses e incluso ayer. Por ejemplo, yo no sabía que tenía tantos amigos. Era tan discreto que hasta con la cantida y calidad de sus amigos evitaba hacer ostentación. De lo único que presumía era de su mujer. No es para menos: Mamá, has estado dos años llamándole campeón y la campeona eres tú. No podías haberlo hecho mejor.
Y sobre todo has sido SU campeona. Alguien dijo una vez que mi padre era como un jardín secreto del que sólo mi madre tenía la llave. Es cierto. Y ese fue su secreto como pareja, una complicidad infinita.
Bueno, de sus hijas también presumía, Cómo no: vaya pareja de SuperNenas. Sois las mejores.
Él hoy querría agradeceros a todos los que le habéis ayudado en su enfermedad, todo el equipo médico con Juanjo, Rafael, su doctora particular María Victoria, la telefarmacia de Charo y los que han estado más cerca cada día a su lado como nuestra Blanca.
Y volviendo a sus amigos y a algunos en especial, qué podemos decir de las puntuales partidas con José Luis y el equipo de dominó y las comidas de los jueves. Han sido la mejor medicina que le podíais dar. Gracias de corazón.
Otra cosa que he aprendido es que mi padre podía tener miedo. Un miedo humano y desconcertado ante la muerte que no le impidió ser un enfermo ejemplar, recibiendo con la misma naturalidad el cariño de su familia y amigos que las molestias de la enfermedad.
Porque estos últimos meses sólo ha sido la natural culminación de una vida de serena adaptación. Papá se adaptó a todo, según venía, sin estridencia ni aparato. Hasta a la muerte.
Cuando creyó que ya no valía la pena luchar, sólo al final, decidió marcharse con la misma naturalidad que había luchado mientras le había parecido oportuno. Porque eso era lo lógico, lo correcto. Y se marchó con el corazón lleno de recuerdos y la cabeza llena de sus infinitos sudokus y dominós. Al final le faltaban el tres y el cinco. Ahora a nosotros nos falta el uno, aunque hemos tenido la suerte de poder estar con él estos dos años y en especial las últimas cuatro semanas.
Lo que siempre supe, cómo no, es que era ingeniero. Porque ser Ingeniero de Caminos es como el sacerdocio, ambos imprimen carácter. Y mucho. Sobre todo cuando se tiene una mente tan brillante y tanta pasión por el trabajo.
Decía Papá (el ingeniero) que lo bueno, lo organizado era morirse un viernes, para no romper la semana y dar tiempo a que lleguen los de fuera. Hay que fastidiarse, lo cumplió a rajatabla.
Creo que con casi todos, a su manera, tuvo la ocasión de despedirse. Uno de los últimos días que estuve con él me dijo: "Precioso sé bueno". Esa frase era el resumen de las dos mejores cosas que te puede dejar un padre: cariño y educación.
Mi padre me enseñó a hacer el bien o no hacer nada, a tener sentido de lo correcto y a respetar la libertad de los demás siempre que no interfiriese con la de otros. Espero estar a la altura.
Papá, eres nuestro campeón. Te queremos.
3 comentarios:
Hay dolores que no por anticipados menguan en su efecto.
Pero la entereza, la aceptación cristiana de que aquí no estamos para siempre y esa falta de estridencias siempre innecesarias ante el vacío son un legado del que tu padre se sentirá orgulloso.
No sabes lo que me acuerdo en ocasiones de aquella tarde de verano en el patio de tu casa con tus padres, Mamen, Gustavo, los pepitos, Gustavo (no, no he repetido, es que un montaraz siempre vale por dos), los Sokis... y no sabes con qué cariño y felicidad lo hago.
He vuelto a visitar tu blog a través de Caravaca es la meta, al igual que llegué a Caravaca es la meta a través de vosotros. Así me he enterado de la muerte de tu padre. Sólo decirte que de verás lo siento y que aunque solamente vi a tus padres en tres ocasiones, me admiró la entereza y serenidad con que tanto él como tu madre vivían su enfermedad. Supongo que se trataba de eso, de vivir.
Un besico.
KL, esa tarde es de las que él está recordando ahora mismo.
Lola, que gran reflexión. De eso se trata, efectivamente, de vivir. Besicos, nos vemos corriendo
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