22 mayo 2007

Despedida de mi abuelo

Bartolomé José Gallardo Gallegos, presente; Nuestro abuelo (Por Cinta y Javier)

Bartolomé, nuestro abuelo fue el último de una gran familia y fue el primero de una gran familia, La nuestra. Nosotros sus hijos,nietos y bisnietos somos su legado y creo que podemos decir que su mayor felicidad en sus últimos años.

Como nietos, es muy difícil abarcar el recuerdo de toda su vida, pero sí podemos saber quien era, porque sencillamente era nuestro abuelo. El abogado, el artillero, el profesor de la Escuela de Eestado Mayor, el Jefe de Personal de la primera DGT... Todo se resume para nosotros en el marido, padre y abuelo que conocimos.

Podríamos pensar que fueran los años de campaña y paellón militar, pero nos quedamos sencillamente con que era el agradecimiento sincero ante la comida el que le llevaba a decir: "lo mejor que se puede comer", en el primer plato (por ejemplo sus patatas a la riojana con su pan hecho mil migas con una sola mano) y un "¡esta manzana es pura ambrosía!" con la manzana del postre.

Bartolomé nunca perdió el sentido del humor, ni siquiera para reirse de sus despistes cuando empezaba a confundir personas y caras. Y aunque algo trasnochados siempre tenía un chiste, pareado o comentario jocoso a mano.

Soportó con militar disciplina y castellano estoicismo los tratamientos y achaques.
Bartolomé ha tenido una muerte digna, como tuvo una vida digna.

En los últimos días todavía tenía un recuerdo permanente para su Gegi: "guapa, guapa" le decía. Está claro que la cabeza no se le había ido del todo.

No queremos despedirnos sin un agradecimiento especial para su último compañero de armas, su fiel escudero Armando que estuvo con él, literalmente, hasta el final. Gracias, de verdad de corazón.

Es imposible recordarlo todo de Bartolomé, nosotros nos quedamos con su afecto sincero al ver a sus nietos y bisnietos al grito de "hola guapa", "hola majo", "que hay, barbián"...

Bartolomé no se ha ido, tenemos su recuerdo y su legado en cada uno de nosotros...

Descansa en Paz, un beso

1 comentario:

Antonio Rentero dijo...

¿Porque será que casi siempre los abuelos nos fascinan? ¿Es que quizás ya no se hacen hombres como aquellos de antaño? Cada vez que un abuelo desaparece perdemos algo más que una vida, una experiencia o la sabiduría... perdemos un referente esencial, algo que queremos ser el día de mañana, hombres grandes y ejemplares. Menos mal que nunca olvidamos y que nunca perdemos de vista el sendero que nos trazan.