21 diciembre 2008

Madrid

Los millones de almas de la urbe se mezclaban en una armonía de deseos, sueños, angustias y pasiones que la urraca ignoraba perfectamente. Su vuelo sobre el lecho del río era un recordatorio implacable del triunfo de la naturaleza cotidiana sobre la afanada voluntad del hombre de domesticar aquella tierra, préstamo de los osos, lobos, ardillas y jabalíes con sus rascacielos, túneles y semáforos.

Un anciano cruzaba el puente indiferente al ruido de los coches que apresurados llevaban personas de a dos y tres al encuentro de sus familias. Era Navidad.

Él, extranjero una vez más en su tierra cruzó el parque plagado de cedros camino de los chopos blancos de la calle bajo el vial flotante. Se daba cuenta ahora más que nunca de lo que aquella ciudad hacía con las personas. Esas miradas perdidas en los autobuses, la eterna prisa, la incomunicación (que paradoja) como forma de vida. Ya en el restaurante leyó impresa sobre la pared la letra de una canción de José Alfredo: "acaba de una vez de un solo golpe ¿porqué quieres matarme poco a poco? Si va a llegar el día que me abandones prefiero, corazón que sea esta noche. Diciembre me gustó pa'que te vayas que sea tu cruel adiós mi Navidad que quiero comenzar el año nuevo con ese mismo amor que me hace tanto mal." Y se acordó, como no... de ella.

1 comentario:

Antonio Rentero dijo...

A esto se refería Pepito... escribe, escribe, escribe... y que la inspiración y el talento se encuentren en mitad del recorrido.